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Posts Tagged ‘Palabras movedizas’

La poesía es el arte de hacer Feng Shui con las palabras.

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Si la palabra herror se considera error, entonces hay que darla por válida.

Gracias, Luis, por inspirarme.

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Libes de Miguel.

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El cerebro del lector es una caja fuerte que contiene emociones. Para abrirla hay que dar con la combinación correcta de palabras. Soy un caco de guante blanco.

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Las letras de la palabra “elefante” son los dientes de una llave que se introduce en la mente del lector para abrir un cajoncito que contiene la imagen de un elefante. Cada vez que escribes “elefante” estás haciendo una copia de la llave original. A veces, con las prisas, haces una copia defectuosa, y en la cabeza del lector se abre un cajón certeramente delirante: “POR FAVOR, NO DEN DE COMER A LOS ELEGANTES”. (Al hilo de esto, me pregunto si esa copia defectuosa de la llave de casa que un día me entregó el cerrajero abrirá una puerta mucho más interesante que la mía).

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Leemos las palabras en bloque y no letra por letra. Por eso, a menudo no detectamos las erratas. Lo cual tiene una aplicación esclarecedora a la vida real: explica por qué creemos que sigue siendo “convivencia” algo que hace tiempo degeneró en “cnovivnecia”, por qué pensamos que sigue siendo “periodismo” algo que se ha convertido en “perdioismo”, que sigue siendo “gobierno” lo que se ha transformado en “gonierbo”, o “televisión” lo que en realidad es “tevelisión”, por poner unos pocos ejemplos de falsa percepción de las cosas.

(invito a los lectores a que aporten otros)

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Todo empezó cuando “bueno” pareció insuficiente y para expresar “bueno” empezaron a decir “muy bueno”. Y luego “muy bueno” también se quedó corto y empezaron a decir “buenííísimo”. Y luego cambiaron a “superbueno”, y luego a “acojonante” y a “cojonudísimo” y a la “la polla de bueno” y a “la repolla de bueno”… Y llegó un momento en que la inflación léxica era tal que las palabras habían perdido todo su valor, así que tuvieron que inventar otro lenguaje en el que para expresar «bueno» sólo hubiese que decir «bueno».

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Los libros de Galaxia Gutemberg tienen fama de impecables ediciones en las que las erratas brillan por su ausencia. Uno de sus competentes correctores de pruebas decía que para detectar erratas hay que aprender a visualizar cada palabra letra por letra y no en un golpe de vista como hace cualquier lector. Imagino a ese corrector abrir el libro y, como quien entra en una fábrica de tornillos, ponerse frente a la cinta transportadora a ver pasar letras. Que falta una, la añade. Que sobra una, la quita. Que hay dos intercambiadas, las recoloca. Al terminar la jornada apaga las máquinas, la cinta se detiene, las letras quedan quietas sobre la cinta, a oscuras, esperando a que vuelva el extraño operario de la corrección, ese anónimo hacedor de micromundos perfectos. Son quinientas mil letras y tal vez, algún día, por un milagro de la supervisión, todas estén en su sitio.

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www.servidorsehaperdido.com

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Grupo Ajec, editorial especializada en fantasía y ciencia ficción, acaba de editar mil ejemplares de la novela Artrópodos. Ignoro qué número de ejemplar es el que tengo en mis manos, y por eso mismo he decidido unilateralmente llamarlo Artrópodos 1. Si alguien piensa que Artrópodos 1 es igual a Artrópodos 2 o a Artrópodos 514, se equivoca. Ninguna novela produce idéntico efecto en dos lectores. Ninguna novela produce ni siquiera el mismo efecto leída dos veces por el mismo lector, teniendo en cuenta que ese lector varía constantemente y nunca es igual a sí mismo. A mí, Antonio Simón, o, dicho de manera más rigurosa, Antonio Simón 1, Artrópodos 1, el thiller que narra las peripecias de Juan Onésimo Cero y sucesivos, me ha resultado francamente entretenido. Creo que la primera novela de Luis Montero es un buen comienzo. Y me alegro, porque es amigo mío. A Luis le deseo que agote la edición, y a la editorial que se vea en la tesitura de clonar otros mil ejemplares que, por supuesto, no serán igual a los anteriores ni a sí mismos.

(por cierto, la forma más sencilla de adquirir un ejemplar es acercarse a una librería y encargarlo)

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He recibido las bases de un concurso de relatos breves: máximo 15 líneas. ¿Quince líneas? ¿Y lo llaman breve? ¿Es esa toda su capacidad de síntesis? ¿Se creen que nos sobra el tiempo? Yo ya no participo en nada que no se mida en caracteres, y cuantos menos, mejor. Hace nada me presenté a uno: máximo una palabra, mínimo, un carácter. Aún hubo gente que presentó un adverbio terminado en mente, hay que ser verborreico. Ganó una preciosa “o”, simbólica y rotunda. Aún me gustó más ese otro en el que el ganador dejó el texto en blanco. El jurado destacó su insuperable ausencia de errores y sus infinitas lecturas. En el próximo concurso al que me presente, yo también dejaré el texto en blanco, pero no sólo eso: explicaré al jurado que las palabras del relato que he pensado pero no escrito, las iré descontando una a una de mis próximas conversaciones cotidianas, de forma que si se toman la molestia de seguirme durante unas horas podrán armar el cuento en su cabeza sin necesidad de haberlo dicho. Tal revolucionaria contención léxica deja atrás la etapa de la síntesis e inaugura la de la literatura sostenible. Fijo que gano.

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Palabras movedizas 11

Ante ustedes, la más clara evidencia hasta la fecha de la existencia de Universos paralelos.

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Cuando su tilde le abandonó, sería perdió su aire soñador, renunció a sus ilusiones y no volvió a sonreír.

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El protagonista de cualquier novela sabe que su destino está escrito, pero no puede verlo porque un montón de palabras le están jodiendo la visibilidad.

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palabras-movedizas-71

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Somos un grupo de 800. El grupo se divide en dos partes: 799 y yo. Yo soy diferente del resto. No sigo las reglas, no encajo en el sistema, no soy correcta, no soy normal, no soy procedente. No tengo sentido ni estoy justificada. No sé lo que soy ni por qué soy, pero el caso es que soy. Soy una anomalía, soy independiente, soy rara, soy distinta, soy un error, la equivocación del sistema. Soy inesplicable, soy la loca, la que se sale de la norma, la alteración del cromosoma x, lo que sobra, lo que desagrada y lo que está de más. Soy extraña y ajena. Y, sin embargo, los 799 están aquí en función de mí. Soy su razón de ser: si yo no existiera, ellos tampoco. Estoy al margen y desahuciada, y eso, ahora mismo, por esta vez y sin que sirva de precedente, me sitúa en el mismísimo centro de todo.

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No. No es verdad. No te confundas. Yo tengo mi orgullo, lo tengo. Tengo mi propia voz, la tengo. Y quiero que se escuche. Yo soy. Yo cuento. Yo valgo. Y, por eso, también hablo sin complejos. Yo, la madre de un bebé. Yo, la embarazada. Yo, el anciano. Yo, el que anda con muletas. Yo no soy sumiso, no soy menos que nadie, no soy frágil, no soy débil. No es cierto y es mentira: yo no asiento reservado. Si asiento, lo hago sin remilgos. Afirmo sin complejos. Accedo con rotundidad. Y, a veces, también disiento.

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Papá Noel es Papá Noel.

Bajo su apariencia de obviedad, esta frase funciona como las cajas de caudales o las paredes falsas: basta realizar los movimientos precisos en sus bisagras gramaticales para descubrir lo que esconde. A quien lo hace, a quien tiene la habilidad para desentrañar su secreto, le pasa justo al revés que en los cuentos de hadas: salta de la fantasía a la realidad,  de la inocencia al desencanto, del niño al adulto.

(A quien tenga la habilidad para desentrañar este enigma, le animo a que lo haga público en Comentarios. Me muerdo la lengua hasta el día 24 a las doce de la noche, momento en que yo mismo escribiré la solución. Llegado el caso, ya os imagino a todos pasando por encima del turrón, la suegra y el champán, para abrir como locos el blog. Prometedme que no dejaréis de dormir, no os distraeréis al cruzar la calle, no perderéis el hilo de las conversaciones, ni os olvidaréis la sartén al fuego o al niño en el colegio. No quisiera ser responsable indirecto de un accidente laboral o doméstico. Cierto, es casi imposible mantener la cabeza alejada de este obsesivo y apasionante reto de este obsesivo y apasionante reto de este obsesivo y apasionante reto de este… ¡dioooos!, yo mismo he de hacer un esfuerzo supremo por dejar de pensar en él, yo, que sé la respuesta, así que imagino lo que debéis estar pasando vosotros ahí, solos y sumidos en la ignorancia.  Siete días. Siete. Ni uno menos. Lamento sinceramente la tensión que esta espera os pueda acarrear, pero, ¿qué son siete días comparados con el millón de años que la humanidad, los cuatro mil millones que la Tierra, y los catorce mil millones que el Universo llevan sin conocer la respuesta?)

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palabras-movedizas-32

Esto, en Argentina, ¿sería delito?

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palabras-movedizas-11Uno escribe en el ordenador la palabra “enchufar” y nada más hacerlo rectifica y decide cambiarla por otra. Retrocede entonces con el cursor y va borrando las letras hasta dejar sólo la sílaba “en” y, a continuación, añade “cender”. Ahí está la nueva palabra: “encender”. Lustrosa y coherente. Nada que objetar. Por supuesto, cualquiera que la lea no notará nada extraño en ella. Y, sin embargo, tú sabes que la sílaba “en” y su continuación “cender” no pertenecen a la misma palabra, que la terminación “cender” fue añadida en perjuicio de la original “chufar”, por lo que “en” y “cender” forman una unión tan homogénea como falsa. Por mucho que lo parezca no pertenecen al mismo cuerpo.

Estremece pensar que uno sea como esa palabra: alguien, arriba, termina de hacerte y rectifica. Pero en vez de rehacerte de nuevo, por economía de tiempos, rectifica a medias. Y uno se tira el resto de su vida diciendo: qué me pasa, doctor, tengo una especie de desacuerdo vital conmigo mismo. Pues no sé, está usted perfectamente, las pruebas no encuentran nada, pero le voy a dar el teléfono de un psicólogo amigo mío.

¿Es posible que algunos de nosotros seamos resultado de esta chapuza del corta y pega?

Lo que me lleva a preguntarme, ¿tendrá la palabra “encender” conciencia de yo dividido? ¿Debería borrarla entera y escribirla de nuevo? ¿Padecerá toda su vida mi gesto de pereza como yo padeceré el gesto de pereza de ese otro?

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