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Archive for the ‘Desavenencias’ Category

La sociedad, dueña de sus actos, decide celebrar sus ritos. Y los ritos, dóciles, se dejan hacer. Hasta que, a fuerza de repetirlos, los ritos arraigan, se convierten en costumbre. Momento en que los ritos se adueñan de la sociedad.

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Clonaron la imagen y lo llamaron fotografía. Clonaron el sonido y lo llamaron grabación. Clonaron el pensamiento y lo llamaron partido político.

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Dicen que el caviar de Beluga es el manjar más sublime que existe. Yo también lo creía durante un tiempo, pero, después de comerlo todos los días durante varios meses seguidos  me saturé y empecé a aborrecerlo. El problema es que no sabía a qué cambiar: ya había probado todo lo exquisito y no encontraba nada mejor. Un drama: a mis cuarenta años había tocado techo en la pirámide organoléptica. Conclusión: o me quedaba donde estaba o empezaba a bajar. Así que volví a comer ostras de Colchester. A mi paladar super sibarita no le gustó el cambio, pero perseveré hasta encontrarle la gracia, momento en que di el salto al salmón noruego salado a mano, mi antaño tercer plato favorito. Claro está que el cambio me desagradó sobremanera, pero, al final, le cogí el punto y empecé a disfrutarlo. Entonces le tocó el turno al jamón ibérico de bellota. La verdad, no recordaba que fuese tan repulsivo, pero, oye, si vences las primeras arcadas, con el tiempo le vuelves a coger el punto. Turno entonces del chuletón de vaca y, por orden descendente, del huevo frito, de  las lentejas, de las judías verdes, del puré de calabacín y de los callos. Cuando los callos me parecieron un bocado más que aceptable, empecé a comer whoppers.  El siguiente paso, escarbar en los cubos de basura en busca de restos, no fue más amargo que los anteriores y, créeme, al final le encuentras el sex-appeal a todo. Después de eso pegué el salto al material inorgánico y hoy es el día que me he merendado una suela de zapato podrida ninguneada en un vertedero del Pozo del Huevo. Estos del Pozo están que lo tiran. Sin embargo, ahora que quiero volver a cambiar de dieta no se me ocurre nada peor que la suela podrida macerada en mugre. Lo que significa una cosa: he tocado fondo. Como dijo Amundsen, es hora de recoger los bártulos y dar la vuelta: mañana mismo empiezo a escalar la pirámide de sabores. Sólo de pensar en el cartón plastificado se me hace la boca agua.

 

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desavenencias-9

Siempre decimos que los niños no están abiertos a nuevos sabores. Hoy no ha sido así. Mi hija pequeña me ha pedido un bocadillo de chorizo y nocilla y me he negado a ponérselo.

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Dong. Dong. Dong. Dong. Dong. Dong. (Una pena. No han sabido o no han querido verlo. La Tierra  se enrolla, ralentiza su movimiento de rotación y, cada pocos años, nos regala un precioso segundo. Es lo que sucede este año. Hoy, 31 de diciembre de 2008, un día con 24 horas y un segundo. Y ahí estás tú, en mitad de las campanadas, con la boca llena de uvas, pidiendo un respiro, una pequeña tregua, lo justo para terminar de tragar y acometer las últimas campanadas. Era la ocasión. Aquí es donde debería estar ese segundo. Aquí, y no desperdiciado en cualquier otro momento del día. Hemos hecho las uvas más pequeñas, les hemos quitado las pepitas y, ahora que el Planeta nos echa un cable, pasamos de él. Y luego nos extrañaremos de que nos mande huracanes y tsunamis.) Dong. Dong. Dong. Dong. Dong. Dong.

 

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Hace tan sólo unos días, sufrí un desengaño amoroso. Una estrecha, intensa, cómoda y leal relación de varios años se fue, de golpe y porrazo, al garete. Sucedió en la sección de lácteos del supermercado. Había ido allí para reunirme con el yogur de fresa de ladesavenencias-71 marca X, pero el yogur de fresa de la marca X no acudió. Por supuesto, la certeza de este hecho no fue súbita; a las rupturas de este tipo se llega después de un acercamiento agónico. Miré el lineal de arriba abajo tres veces, luego lo miré de abajo arriba otras tres, lo busqué de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, cerrándome a la evidencia. La dolorosa evidencia de amante rechazado. Como el amor es ciego e inasequible al sentido común, aún miré en la sección de quesos y salchichas, no fuera que… E interrogué a un par de clientes que se encogieron de hombros. Sí, lo sé, fue una exhibición patética de desesperación, pero, qué quieres, ocho años juntos. Supe, en seguida, que algo grave pasaba, y lo supe por un trágico dato: la semana anterior, el yogur de fresa de la marca X tampoco había acudido a nuestra cita habitual. Entonces pensé que alguna circunstancia de orden logístico le habría impedido llegar a tiempo al lugar convenido. Esas cosas pasan. Uno no entra en pánico por una simple falta después de cuatrocientas catorce citas puntuales. ¡Pero dos faltas! ¡Seguidas! Finalmente pregunté a un reponedor. El yogur de fresa ya no va a volver, me dijo con una naturalidad desarmante, y luego me acuchilló: se ha ido, del todo, para siempre, ¿es que no se dio cuenta? ¿Yo, de qué? De que empezaba a cansarse de usted. ¿De mí? ¿No vio que cada semana había menos, que cada vez estaba más escondido, que hace mucho que no le daba una alegría promocional? Es verdad, temblé, pero…, yo le quería. Vamos hombre, no sea antiguo. Tiene otros sabores, ¿qué tal el de calabazas? ¿Cómo dice? Nada señor, una broma de mal gusto. Entonces, me pasó el brazo por el hombro, en plan compadre, y guiñándome un ojo, como un vulgar proxeneta, me dijo: No se ofusque, un clavo saca otro clavo, el mundo no se acaba en la fresa a secas, ahí tiene los nuevos y excitantes sabores: Fresa ácida, Fresa que te fresa, Bésame en la fresa, Frésame en la mesa, y Frefresa, ideal para tartamudos… A esas alturas, con el ataque de nervios, ya balbuceaba como un cosaco, así que me pareció adecuado coger el de Frefresa. Me fui a la caja con un pack de ocho. Y entonces sucedió lo peor. La cajera, que estaba al tanto de lo mío con el yogur de fresa, me miró de soslayo. No dijo nada, pero lo dijo todo. Cerdo. Traidor. Qué rápido olvidas, machista del paladar. Yo cogí la bolsa y me largué a toda castaña, sintiéndome sucio, un auténtico mujeriego organoléptico. Desde entonces, lo mío con los yogures no es amor. Sólo sexo.

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desavenencias-6 ¿El señor Antonio Simón? Sí. ¿Es usted Antonio Simón? Sí. Buenas tardes, don Antonio, le llamo de la compañía X, ¿sí? Sí. Don Antonio, usted tiene internet en casa, ¿sí? Sí. Mire, don Antonio, usted está pagando por sus servicios de telefonía e internet una cuota mensual superior a 60 euros, ¿sí? Sí. ¿Sí, don Antonio? Sí. Correcto, don Antonio, nosotros queremos ofrecerle un servicio integrado de internet y teléfono que incluye llamadas nacionales gratis de 2 a 4, lunes, miércoles y viernes, e interprovinciales gratis de 10 a 8 de la tarde, los martes, jueves, sábados y do… No estoy interesado. ¿Cómo dice, don Antonio? No estoy interesado. ¿No está interesado en mejorar, don Antonio? No. ¿No está interesado en mejorar la economía de su familia, don Antonio? No. ¿Quiere usted perder dinero? Sí. ¿Se da usted cuenta, don Antonio, de lo que está diciendo? Sí. ¿Se da cuenta de que es un perdedor? Sí. ¿Un fracasado? Sí. ¿Un looser de mierda, don Antonio? Sí. ¿Un puto looser de mierda? Sí. ¿Un…, un…? ¿Puto fucking looser de mierda? Tranquilícese, don Antonio y escúcheme: ¿de verdad no le preocupa el bienestar de su mujer y sus hijos? No. Eso es una forma de hacerles daño, ¿se da usted cuenta, don Antonio? Me doy cuenta. ¿Es consciente de que está provocando un mal a su familia? Soy consciente. Perdone que me meta en sus asuntos, don Antonio, pero, ¿desea usted el mal a su familia? Sí. Don Antonio, ¿está dispuesto a dejar a su familia en la estacada, va a permitir que se mueran de hambre sus propios hijos? Sí. ¿Afirma usted que va a matar a su familia? Sí. ¿Puede repetirlo, don Antonio? Voy a matar a mi familia. Señor, no sé si se lo dije al principio: esta llamada está siendo grabada; ¿sigue usted despreciando los servicios que mi compañía puede ofrecerle? Sí. Correcto, don Antonio, no se mueva de donde está; una patrulla de policía está a punto de llegar a su casa. Aún estamos a tiempo de destruir la grabación. Cincuenta euros mensuales, internet más llamadas, don Antonio. No. Bien, don Antonio, mi compañía y su familia lamentan su falta de interés. ¿Alguna pregunta antes de colgar, don Antonio? ¿En la cárcel hay teléfono? ¿En la celda individual, quiere decir? Sí. No, hemos intentado ofrecer nuestros servicios a los presos pero, de momento, instituciones penitenciarias no lo permite. Gracias a Dios.

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desavenencias-5¿Que si estoy a favor o en contra de la familia? Vaya pregunta. A favor de la mía y en contra de la de los demás. De entrada, mi familia es normal, mientras que las otras son diferentes, raras, incomprensibles. Las costumbres de la familia de los Pérez o los Martínez sólo son equiparables a las de la familia de los lepidópteros. Pero no sólo eso: la culpa de todos los problemas que hay en mi familia la tienen los de fuera: cuñados, suegros, yernos…, cuya verdadera misión en la vida es desestabilizarnos. Si mi hermano se vuelve irreconocible, la culpa es de mi cuñada; si la herencia se vuelve irreconciliable, la culpa es de mi cuñado. Hijo, no sabes lo que me ha pasado: le he dicho al novio de tu hermana que es un pringado absoluto y se ha molestado. Tranquila mamá, te digo yo que ese chaval es un susceptible absoluto. Bien es cierto que, si no fuera por ellos, mi familia jamás estaría tan unida como lo está. Nada nos une más que criticarles. Lo siento por ellos, pero necesitamos difamarlos para querernos. Querida cuñada, te odio, pero es por amor. Qué gran suerte haber nacido en mi familia, habiendo lo que hay por ahí. Lo mismo me pasa fuera de casa: ¿por qué llevarme sólo de puta madre con Pepito y Juanito, pudiendo acercarme a Juanito y llevarnos de putísima madre criticando a Pepito? ¿Y cómo podría sentirme tan cerca de los de mi pueblo sin despreciar a los de enfrente? Uff, qué gran suerte haber nacido a este lado del río y no en el lado de los lerdos. ¡No ser nosotros!, la verdad, no sé cómo no se suicidan colectivamente. Vivo en una gran provincia cuyo único defecto es estar rodeada de provincias que no son la mía. Me han dicho que este sentimiento por mi provincia es en realidad un defecto que se quita viajando. Estoy de acuerdo, si algún día viajo a Venus y me encuentro a un venusino, lo primero que pienso decirle es: ¡Viva la Tierra! Y, por supuesto, si llego a vivir los suficientes años, estaré muy, pero que muy orgulloso de pertenecer al Universo 8.314. Oiga, ¿y el Universo 8.313? ¿Ese? Ese está lleno de gilipollas.

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Introvertidos y extrovertidos. Dos formas de huida. El introvertido huye de lo de fuera y se refugia en sí mismo. El extrovertido huye de sí mismo y se refugia fuera. El introvertido cierra la ventana. El extrovertido la abre. El introvertido apaga la luz. El extrovertido la enciende. El introvertido sube las escaleras. El extrovertido las baja. A veces se encuentran en el descansillo. Entonces, el extrovertido invita a cenar al introvertido. El introvertido acepta. Durante la cena, el introvertido, por educación, escucha lo que quiere contarle el extrovertido, y el extrovertido, por educación, habla lo que quiere escucharle el introvertido. El introvertido se alegra de no ser el extrovertido. El extrovertido está contento de no ser el introvertido. Lo que no les impide envidiarse mutuamente. El extrovertido desea la intensidad del introvertido, su aura de misterio, de cosa no revelada. El introvertido envidia la expansividad del extrovertido, su ausencia de lastres, esa ligereza de animal aéreo y libador. Ambos intentan parecerse al otro. Y la forma menos esforzada de conseguirlo es trayendo al otro a su huerto. El día de su cumpleaños, el introvertido compra un libro al extrovertido. El extrovertido da las gracias, lo pone en la biblioteca, seguro que lo lee. El extrovertido regala al introvertido una camisa atrevida. El introvertido da las gracias, la cuelga en la percha, seguro que se la pone. Un día, yendo por la calle, se ven a la distancia. El introvertido no ha estrenado la camisa del extrovertido. El extrovertido no ha leído el libro del introvertido. Se evitan. Tengo que ponerme esa camisa ya, tengo que leerme ese libro de una vez, se obligan todos los días. Y, mientras tanto, cuando coinciden, hacen como que no se ven. No siempre es fácil: el introvertido y el extrovertido viven muy cerca. En el mismo edificio. En la misma planta. En el mismo piso. Incluso en el mismo cuerpo.

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Los atropellos en el carril-árbol continúan. (Desavenencias 1). La falta de respeto salta de padres a hijos. Claro, qué van a hacer, si se lo ven hacer a sus padres todos los días, cómo te van a hacer caso luego cuando les dices: niiiño, no vayas por donde van los árboles. Lo indignante es que los niños no se cortan: no sólo invaden el carril sino que su impaciencia les empuja a adelantar. Y de cualquier manera. Mira al pobre árbol de la foto, gordo como el solo, casi no cabe en la acera…,¡por dios, si le están pisando! ¡Desgraciados, bajaros del carril-árbol y dar por saco a los coches! ¿A nadie con dos dedos de frente en el ayuntamiento se le ocurrió hacer las aceras más anchas para que los árboles anduviesen un poco más desahogados? Pues así es todos los días: puedo dar fe de que junto a los colegios el abuso es diario, recurrente y consentido. Una posible solución sería llenar el carril-árbol de cacas de perro. Ahora mismo hay unas cuantas, pero no las suficientes para lograr un efecto disuasorio. Y aquí es donde el ayuntamiento volvió a meter la pata hace tiempo: colocó por todas partes basuras de excrementos y algunos dueños, incívicos e insolidarios, las recogen, dejando el camino libre para vándalos como los de la foto. A uno le entran ganas de denunciar a los padres de esas niñas, y lo haría. De verdad que lo haría. Si no fuera por el molesto incordio de que son mis hijas vaya si lo haría.

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Si te preocupa tu imagen pero pasas visceralmente de antiarrugas, anticanas y otros productos anti-envejecimiento, si cuando compras yogures te haces un lío con las etiquetas y llevas a casa la versión light, soft o flu del que realmente querías, si cuando vas en tu coche sientes un rechazo hacia esos modelos de alta gama que afirman con rotundidad el estatus de quien los conduce, si cuando compras el periódico compras el periódico y nada más que el periódico, si cuando vas al cine con niños no consumes palomitas ni fantas ni cocacolas, si tienes un móvil pero te sobran el 95% de sus prestaciones, si cuando te rayan el coche no te rayas, si eres capaz de ponerte dos días seguidos la misma camisa, ve con cuidado amigo, porque aunque aún no te has salido del carril, hace tiempo que vas pisando la línea continua.

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  Gracias a una vieja iniciativa del ayuntamiento de Alcobendas, en mi barrio hay  algo único: el carril-árbol. Algunos vecinos no parecen felices con la idea. Sin  embargo, parece un proyecto lógico: fue hacer el carril y llenarse inmediatamente de  árboles. Vamos, que había demanda. De hecho, el carril-árbol está atestado de  árboles a cualquier hora del día o de la noche. Parece que algunos vecinos, confundiéndolo con una acera, han intentado caminar por él, pero en seguida se han dado cuenta de que no es posible moverse con soltura entre tanta rama y tanto tronco y, afortunadamente, se bajan y dejan de molestar. Me apena esa manía que tenemos de entrometernos en el espacio ajeno. Lo sufrieron las bicis en su día y ahora lo soportan con estoicismo los pobres árboles.  

 

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