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Archive for the ‘A propósito de yo’ Category

Una vez, durante un instante, fui el ser más joven del planeta. No volveré a decir jamás que no he hecho nada señalado.

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No sé qué pensaréis vosotros, pero yo, de historias de éxito, ya estoy un poquito cansado. Un soplo de aire fresco, pues:


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-Muy bonito, hija. Y esto azul, qué es, ¿el cielo?
-Es el mar.
-Pero entonces el sol tendría que estar más arriba, ¿no?
-No. El sol está más cerca porque me da calorcito.

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Críticas de Don en la red:

Vianews
MacGregoradas
Sagacomic
La Biblioteca de Korranberg
OcioZero
La Biblioteca del Kraken
BEMonline

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¿Alguna vez te has perdido en un bosque y después de caminar un rato te has dado cuenta de que te estabas moviendo en círculos? Creo que la obsesión es eso: un extravío, una desorientación de la atención que, en vez de avanzar en línea recta, se pone a dar vueltas y vueltas en torno al mismo asunto, incapaz de encontrar la salida. A mí me pasa cuando chequeo continuamente el correo para ver si he recibido mensajes o, hace año y medio, por ejemplo, cuando empecé este blog y no podía dejar de mirar las estadísticas. Cuando me pasa eso, agradecería encontrar señalizaciones en mi cerebro indicándome el camino de salida.

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¿No tienes ningún Don? Estás de suerte: ahora puedes conseguir uno con un 10% de descuento. Firmo en la Feria del Libro el martes 8, 18:30, caseta 39 (Miraguano).

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La revista Eñe convoca el Premio de Literatura Móvil. Dura ocho semanas. Cada semana se eligen diez microrrelatos. La primera semana se han presentado 532. Estos son los diez seleccionados. A los que lleváis un tiempo siguiendo este blog seguramente os suene uno.

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Si te gustó el primer vídeo de Don, aquí va el segundo.

Listado de librerías

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Si estás interesado en leer Don, te adjunto un listado de librerías de algunas ciudades españolas. En el peor de los casos, siempre se puede encargar. Para aquellos que residan fuera de España o que residan en España y no quieran moverse de casa, dos posibilidades: adquirirlo en cyberdark o fantasytienda o ponerse en contacto directamente con mi editor (grupo_ajec@msn.com) Él gestiona directamente los envíos por un sobrecoste que supongo módico.

MADRID

Tres rosas amarillas (C/San Vicente Ferrer, 34.  Tel. 915228108)

Al Hakam (Virgen de Nuria, 7. 28027 Madrid)
Casa del Libro (Alcalá, 96. 28009 Madrid .Tel.: 914322610 )
Casa del Libro (Gran Vía, 29. 28013 Madrid. Tel.: 915241900)
Cyrano (Cáceres, 18. 28045 Madrid)
Díaz de Santos (C/ Albasanz, 2 (semiesq. a Hermanos García Noblejas, 21). 28037. Madrid .Tef.: 917434890)
El buscón S.C.L. (Siliceo, 8. 28002 Madrid)
La Avispa (San Mateo, 30. 28004 Madrid )
Librería Pérgamo (General Oraá, 24. 28006 Madrid)
Miraguano (Hermosilla, 104. 28009 Madrid. Tel: 914014645)
Ontanilla Libros (Olivo, 37. 28023 Madrid)
Punto y Coma (Jeromín, 15. 28911 Leganés (Madrid) Tel.: 916931276)
Akira Cómics (Avda. de Betanzos, 74 – 28034 Madrid – Tel. 917319409)
Arte9 (C/. Doctor Esquerdo, 6 – 28028 Madrid – Tel. 914018071)
Arte9 Cruz (C/. Cruz, 37 – 28012 Madrid – Tel. 915324714)
Century Cómics (C/Doctor Esquerdo, 6 – 28007 Madrid – Tel. 917398511)
Elektra (C/San Bernardo, 20 – 28015 Madrid – Tel. 915213975)
Estudio en Escarlata (C/ Guzmán el Bueno, 46 (esquina Fdez. de los Ríos) – 28015 Madrid – Tel. 915430534)
Generación X (C/ Galileo, 14 – 28015 Madrid – Tel. 914470746)
Generación X 2 (C/ Puebla, 15 – 28004 Madrid – Tel. 915219985 )
Librería Castillo (C/. Toledo, 31 – 28901 Getafe – Tel. 916958432)
Librería Cientemas (C/. Antequera, 2 – 28041 Madrid – Tel. 915002751)
Librería El Aventurero (C/ Toledo, 15-17 – 28005 Madrid – Tel. 913669957 )
Madrid Comics (C/ Silva, 17 – 28004 Madrid – Tel. 915591602)
Metropolis Center (C/Espejo, 9, bajo izq. – 28013 Madrid – Tel. 915477257)
Ruta 33 (C/Cartaya, 11 – 28938 Móstoles – Tel. 916149853)
Ultimate Cómics (C/Elfo 120., local izq. – 28027 Madrid – Tel. 913674791)
Opar Librería (C/ Goya 99, 2º D – Escalera C – 28009 (Madrid) Tel. 91 575 45 20)
Syldavia Comics (c/ Trafalgar, 16. 28010 Madrid. Tel. 91 594 36 19)
Astrocity (c/ Espartinas, 8. 2001 Madrid. Tel. 91 431 07 56)
Framauro (c/ Luna, 24. 28004 Madrid. Tel. 91 521 72 85)
Avalon Comics (c/ Cardenal Cisneros, 64. 28010 Madrid. Tel. 91 594 28 71)
Atlántica Cómics (Pza. Soledad Torres Acosta, 2. 28004 Madrid y c/ Estrella, 18. 28004 Madrid. Tel. 91 523 33 16)
Crisis Comics (c/ Luna, 28. 28004 Madrid. Tel. 91 532 78 85)
Otium Center (c/ Fundadores, 9 1ª Dcha. 28009 Madrid)
Capital Comics (c/ Cruz, 37. 28012 Madrid)
El Coleccionista (c/ Tribulete, 7. 28012 Madrid)
FNAC CALLAO

BILBAO

CASA DEL LIBRO (c/ Alameda de Urquijo, 9. 48009 Bilbao. Tel.: 944153200)
Joker (C/. Alameda de Urquijo, 27 – 48008 Bilbao – Tel. 944 159 127)
Librería Zinco (C/. Gregorio Revilla, 33 – 48010 Bilbao – Tel. 944 215 546)
Comics Esteban (c/ Iturribide, 22. 48006 Bilbao)
Las Revistas (c/ Heros, 11. 48009 Bilbao)
Totem (c/ Alameda San Mamés, 24. 48010 Bilbao)
Últimas Noticias (Avda. Madarigo, 10. 48014 Bilbao)

PAMPLONA

El Parnasillo Librería (Castillo de Maya, 45. 31003 Pamplona. Tel.: 948237258 )
Librería Elkar Megadenda (Comedia, 14. 31001 Pamplona)
Cómics o Qué? (C/. Fuente del Hierro, 27, Bajos – 31007 Pamplona – Tel. 948 197 241)
Norma Cómics Pamplona (C/. Íñigo Arista, 24, trasera – 31007 Pamplona – Tel. 948 274 507)
T.B.O. (c/ Merced, 28. 31001 Pamplona)

A CORUÑA

Librería Arenas (Cantón Pequeño, 25. 15003. A Coruña. Tel.: 981222442)
Lume Librería (Fernando Macías, 3. 15004 A Coruña. Tel.: 981263408)
A Gata Tola (Avda. Romero Donallo, 9, bajos – 15704 Santiago de Compostela – Tel. 981 595 972)
Alita Cómics (Ronda de Nelle, 120, bajo dcha. – 15010 La Coruña – Tel. 981 905 202)
Alita Orzan (C/. Orzan, 110 B – 15003 La Coruña – Tel. 981 914 647)
Auryn (Rua de San Pedro, 62, bajos – 15703 Santiago de Compostela – Tel. 981 577 655 )
Arkham Comics (Plaza de Zalaeta, 5 bajo. 15002 La Coruña. Tel. 881 89 42 63)
Tanxencias Comics (Pza. Padre Rubinos, 14 bajo. 15007 La Coruña)
Libería Cristel (c/ Cantón Pequeño, 26. 15003 La Coruña)
El Quijote (Avda. Arteijo, 78. 15007 La Coruña)
Libería Inoa (c/ Federico Tapias, 55. 15005 La Coruña)
Libería Merino (c/ Villa Negreira, 53. 15011 La Coruña)
Norma La Coruña (c/ San Andrés, 122. 15003 La Coruña)

SAN SEBASTIÁN

Armageddon (Pza. Marcelino Soroa, 2 – 20011 San Sebastián – Tel. 943462782)
Sputnik (c/ Bertsolari Xalvador, 16. 20018 San Sebastián)
Propa Comics (c/ Zabaleta, 33. 20002 San Sebastián)

ASTURIAS

Norma Oviedo (c/ Ignacio Álvare Castelao, 1. 33001 Oviedo)
La Palma (c/ Ramón y Cajal, 2. 33003 Oviedo)
Magazin (Ctra. de la Costa, 60. 33201 Gijón)
Arco Iris (Avda. de la Costa, 75. 33205 Gijón)
Norma Comics (Avda. Hermanos Felgueroso, 21. 33205 Gijón)
Haxtur (c/ Magnus Blisktaad, 57. 33207 Gijón)
Libería César (c/ Manuel Llaneza, 46. 33208 Gijón)
Mazinger Gijón (C/. Colón, 26, bajos – 33208 Gijón)
Casa del Libro Gijon. (Plaza de Italia, 3. 32206 Gijón (Asturias)
Librería Cervantes. (Corrida, 36. 32206 Gijón (Asturias)
Librería Paradiso. La Merced, 28. 32201 Gijón (Asturias)
Librería Cervantes. (Dr. Casal, 9. 3301 Oviedo (Asturias)
Librería Llavona Corzo. (Rua,6. 33003 Oviedo (Asturias)

BARCELONA

Criminòlic [Género negro] (c/ Aldana, 10. 08015 Barcelona)
Mon Mitic (c/ Camil Fabra, 5. 08030 Barcelona)
Librería Gigamesh (Rda. Sant Pere, 53. 08010 Barcelona)
Norma Comics Sabadell (c/ Sant Antoni, 9. 08201 Sabadell)
Arkham (c/ Ramelleres, 5. 08001 Barcelona)
Los 5000 dedos del Dr. T (c/ Torrent de l’Olla, 66. 08012 Barcelona)
Librería Universal (Rda. Sant Antoni, 9. 08011 Barcelona.
Antifaz Comics (c/ Mayor de Gràcia, 205. 08012 Barcelona.
Héroes Comics (c/ Mariano Aguiló, 128. 08005 Barcelona.
Librería Newton (c/ Riera alta, 8. 08001 Barcelona)
Librería Marqués (c/ Joaquin Costa, 20. 08001 Barcelona)
Continuará (Via Laietana, 29. 08003 Barcelona)
Norma Comics Barcelona (Passeig St. Joan, 9. 08010 Barcelona)
Tonkam (c/ Villaroel 107. 08011 Barcelona)
Librería Bifrost (c/ Aragón, 19 Bajos. 08015 Barcelona)
Ryu Comics (c/ Borrell, 35. 08015 Barcelona)
Planet Comic (c/ Costa i Cuxart, 27. 08016 Barcelona)
Smaug (c/ Torrent de les flors, 80. 08024 Barcelona)
Cosmic Alien (c/ Castillejos, 272. 08025 Barcelona)
Dragon Comics (c/ Manigua, 60-62. 08026 Barcelona)
Blanc i Negre (c/ Sugranyes, 78. 08028 Barcelona)
Vértice Comics (c/ Provenza, 138. 08029 Barcelona)
Millenium (c/ Sant Sebastià, 39. 08030 Barcelona)
Cómix-Box. (C/. Pedró, 5 – 08921 Santa Coloma de Gramanet)
Cybercómics. (C/. San Ignacio de Loyola, 48 – 08912 Badalona)
Librería Outsider. (C/. Provenza, 548 – 08025 Barcelona)
Casa del Libro. (Passeig de Gràcia, 62. 08007 Barcelona)
Librería Robafaves. (Nou, 9. 08301 Mataró (Barcelona)
Llibrería Francesa. (Passeig de Gràcia, 91. 08008 Barcelona)
Oryx. (Bigai, 11. 08022 Barcelona)

GRANADA

Flash Joven (San Antón, 48-50. 18005 Granada. Tel. 958 52 22 31)
Dune Comics (c/ Cristo de Medinaceli, 7. 18002 Granada)
Mal Gusto (Horno de Abad, 12 bajo. 18002 Granada)
Librería Flash (Pza. Trinidad, 1. 18001 Granada)
Librería Draco (c/ Alhamar, 30. 18005 Granada)
Librería Babel. (San Juan de Dios, 20. 18001 Granada)

Sinopsis Don

Booktrailer 1 Don

Booktrailer 2 Don

Críticas de Don en la red

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Sinopsis Don

Listado de librerías

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Año 2020. El científico Óskar Bogusky ha realizado un descubrimiento revolucionario: el pensamiento es una onda que tiene la capacidad de influir sobre los demás. Los pensamientos de aquellos que nos rodean nos resultan tan esenciales como el propio oxígeno.

Bogusky es también la primera autoridad mundial en la enfermedad que asola el planeta. Una enfermedad que se ceba en los seres solitarios sobre los que nunca recaen los pensamientos de los otros.

Es el caso de Rosaura, una niña de diez años, sin familia ni amigos.

Rosaura ha dividido el mundo en dos espacios geográficos: DENTRO, el interior del hospital donde vive y se encuentra a salvo, y FUERA, el resto del mundo, un vasto territorio en el que, como un pez fuera del agua, sólo puede permanecer por tiempo limitado.

Y aquí surge el dilema: vivir encerrada en lugar seguro o salir y exponerse a la muerte para encontrar la única medicina capaz de curarla. Una medicina que está en todas partes…, o en ninguna.

Don es un relato sobre la esencial necesidad de apego y el terrible poder de la indiferencia. Dentro hay telépatas y sueños premonitorios, científicos de la psique, pensamientos envasados e intraterrestres ávidos de sentimientos humanos, y una niña solitaria y cautivadora en busca del poder sanador del afecto. Don es una vertiginosa aventura de las emociones.

También es mi primera novela. Y sale a la venta en marzo. Como la tirada y la distribución son limitadas, próximamente os informaré sobre cómo y dónde adquirirla.

Ficha técnica
Editorial: Grupo Ajec
Diseño de portada: Rosa González de Juan
Fotografía de portada: Alberto Ruiz-López
Formato: 22 x 15cm.
Páginas: 186
Precio: 10 €


Booktrailer 1

Booktrailer 2

Críticas de Don en la red

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Me encañona con la pistola. ¿Cual es el poema más complicado que existe?, dice. No sé, ¿una décima espinela? Bien, dice, tienes un minuto para componer una décima espinela que hable de mí. Si no me gusta, pum. Me enseña el crono y aprieta el botón de start. Me concentro. Sé que vivo en el presente, que el pasado y el futuro no existen. Lo sé. Sé que vivo en un instante sin fin, lo sé, pero ahora tengo que sentirlo, asumirlo, hacerlo mío. A los cuarenta segundos de su reloj he penetrado profundamente en la idea de que el tiempo es mentira y consigo abrir un paréntesis de nada y meterme en él, el equivalente temporal a que todo el mundo corra y tú estés quieto. El tiempo no existe en mi ahora, así que dispongo de todo el no tiempo del mundo para componer mentalmente los versos. Cuando termino, el crono aún marca cuarenta segundos. Recito el poema. Alucina. Quita el dedo del gatillo.

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Llamo a la puerta y abre. Parece estupefacto. ¿Cómo me has encontrado?, dice. Llevo años llamando a puertas, digo. ¿Qué quieres?, pregunta. Lleva unos pantalones de pana, un jersey lleno de pelotillas, zapatillas de fieltro a cuadros. Teniendo en cuenta la creciente, imparable cantidad de adeptos que tiene me lo había imaginado con más glamour. Hablar con usted, digo. ¿De qué?, dice. No creo en Dios, digo con el propósito de caerle bien. No hago favores, se defiende, va contra mis principios. Lo sé, digo. ¿Es por lo de Haití?, concluye. No, digo, bueno, no sólo por eso. ¿Y ese, quién es?, señala a mi lado. Uno de mis lectores, digo. Tú puedes pasar, él tendrá que esperarte en el descansillo. Entro. El señor Azar cierra la puerta.

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Era un móvil y estaba tirado en el suelo. Sólo tenía letras. Pulsé las 4 letras de MAMÁ y escuché la voz de mi madre al otro lado de la línea. Corté y pulsé OBAMA. Hi, this is Barack. Colgué asustado. Entonces se me ocurrió una estupidez: marqué PAPÁ. ¿Hola?, escuché. ¿Papá?, dije incrédulo. ¿Antonio, eres tú? No pude seguir, no estaba preparado para entablar conversación con un hombre muerto. Luego pulsé YO. ¿Sííí?, escuché. Soy yo, dije, quiero decir tú. Lo sé, dijo él, y lo sé porque yo también soy tú. Colgué y marqué YO DENTRO DE DIEZ AÑOS con la ávida intención de conocer mi futuro. ¿Sííí? Soy yo, dije, quiero decir tú hace diez años. Sé quién eres, gritó, deshazte ahora mismo de ese teléfono. Hazme caso: hace diez años yo hice la llamada que acabas de hacer, hice las preguntas que quieres hacer y después me arrepentí de haberlo hecho. Colgó. Tiré el móvil a un contenedor. No sé si alegrarme o preocuparme.

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Era una calculadora y estaba tirada en una papelera. Me llamó la atención que en vez de números tuviera letras. Funcionaba. Pulsé al azar: L+A. La pantalla respondió LA. Sonreí. ¿Qué esperaba? Tecleé entonces COCHE+TORMENTA. Una secuencia de palabras palpitó en la pantalla: ACCIDENTE REFUGIO LAVADO ESCOBILLAS. Probé algo más personal: BELÉN+ANTONIO. La respuesta a mi ecuación de letras fue: LAURA Y MARÍA Y MARTA. Mis hijas. Pulsé una cuarta operación. No negaré que el dedo me temblaba: ANTONIO+MUERTE. La pantalla resolvió al instante: 3 DE DICIEMBRE DE… Cerré los ojos, incapaz de leer más, y arrojé la calculadora a la basura. Ahora me arrepiento de no haber seguido leyendo: cada 3 de diciembre es una agonía.

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El día que me muera quiero que me incineren y que esparzan mis cenizas en uno de los paisajes de Miyazaki.

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Obama, Nobel de la paz. ¿Demasiado pronto? Pues claro. Porque no es un premio a lo que ha hecho sino a lo que esperan que haga. Como si le dijeran: sigue por ese camino, por dios, no te apartes de tu impulso inicial. Funciona como un chantaje emocional, como un pago a cuenta: te hemos dado esto, ahora haz lo necesario para merecértelo. Si el premio parece exagerado, en todo caso es tan exagerado como la necesidad desesperada que tiene el mundo de que alguien lo enderece de una vez por todas. No ha sido un premio. Ha sido un ruego.

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¡Atención, no es para tomárselo a broma! Esta mañana en el metro había un tío igualito a mí, tal vez un poco más feo. Llevaba una ropa parecida a la que yo llevaba, quizás de menos calidad. Leía la misma novela que yo, pero en edición de bolsillo. Así que no he podido evitar mirarle con superioridad. Se ha levantado para salir y al pasar a mi lado me ha dicho: ríe, ríe, de momento solo soy una falsificación imperfecta, pero ya sabes cómo son los chinos: lo terminan clavando. He ido a la comisaría y al parecer hay más casos como el mío.

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Hace años, cuando inauguraron el primer Fnac en Madrid, me senté en el espacio de lectura y me leí de un tirón El Principito. Al salir, el detector pitó. Como no llevaba ningún libro encima me dejaron salir. Desde entonces, detector que atravieso, detector que pita, da igual que esté en la Casa del Libro o en Zara. Les digo que es por culpa del Principito, se encogen de hombros y me dejan salir. Hoy he vuelto al Fnac y lo he hecho: he ido directo a la caja, he pegado mi frente al escáner, he pagado el Principito que me leí en su día y me he largado sin atender a la cajera y al responsable de planta, que no entendían por qué soltaba la pasta a cambio de nada. Afortunadamente el detector sí lo ha entendido y no ha dicho ni mu.

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La gente que llora la muerte de Michael Jackson llora su propia muerte. Es lo que pasa cuando muere uno de los grandes, que muere un trozo de tu pasado, una pequeña parte de ti desaparece y te haces inevitablemente un poco mayor. Nos caemos a trozos. Michael Jackson ha sido el último trozo. Lo que explica que me sorprenda con un acceso de emoción la muerte de alguien por quien no he sentido ninguna empatía durante los últimos años. Hace mucho yo bailaba con Michael Jackson, flipaba con él. Antes de morir era leyenda en mi cabeza, porque para mí no hay nada más legendario que mi propio pasado. Estos últimos años a menudo me preguntaba: ¿dónde está?, ¿qué está haciendo?, ¿cómo es posible que con tanto, tantísimo talento haya dejado la música? e, incluso, una vez, llegué a preguntarme, víctima del caótico barullo que es el mundo y mi cabeza, si estaba vivo o ya se había muerto. En realidad, salvo para sus allegados, Jackson ya estaba muerto. Muerto desde hace casi dos décadas, como esa parte de nuestro pasado que ya no volverá. Pero ahora es cuando nos hemos dado cuenta.

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Los sueños hay que apuntarlos nada más levantarte, porque cada minuto que pasa actúa con la eficacia de épocas geológicas: en una horas, un sueño del tamaño de un mamut queda totalmente enterrado. Luego hay que esforzarse mucho para recuperarlo, manejar hábilmente la piqueta y el pincel para no romperlo o desmenuzarlo. Mi museo de sueños está lleno de esqueletos incompletos. Guardo muchas tibias y fémures de sueños en perfecto estado, mientras que del resto de esos mismos sueños no conservo nada. La mejor pieza de mi colección es un enorme tyrannosaurus. La noche que lo soñé tenía 5 años y me desperté llorando. Lloré mucho esa noche. No es que soñase con un tyrannosaurus, sino que el sueño en sí fue tan amenazante y letal como un tyrannosaurus. Ahora está en una salita de mi cerebro, casi intacto. A veces entro y lo miro un rato y, aunque sé que hace mucho que está muerto, el muy cabrón me sigue impresionando.

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agujeros-de-gusano-9Mi vida son dos vidas: mi vida neta y mi vida bruta.

Mi vida neta es el día que cumplí cinco años y fui a ver una peli de Jerry Lewis en la que alguien quitaba un tarro de la base de una enorme torre de tarros y todo se venía abajo y yo me partía de risa, y luego vinieron mis amigos a casa a soplar las velas conmigo y todo se conserva en mi memoria hermoso, perfecto, impoluto. Mi vida neta es un fin de semana de acampada en Bakio, hablando de mujeres al borde de los acantilados y las estrellas mirándonos atónitas. Mi vida neta son todos y cada uno de los días de Fiestas en Mélida durante mis años de adolescencia. Mi vida neta es aquella vez que fui al cine a ver La guerra de las galaxias y aún sigo en esa sala. Mi vida neta es aquella final de futbito en la que intuí que cualquier cosa en la vida era posible nada más chutar desde medio campo y colar la pelota por la escuadra; yo, que jugaba poco, casi nunca metía goles y ni en sueños por la escuadra. Mi vida neta es cuando le dije a ella «a ti te gusta mi primo» y ella me dijo «a mí me gustas tú». Mi vida neta es cuando llegué a la casa y supe, nada más verle, que mi padre estaba muerto. Y cada una de las llamadas y de las cosas que hice ese día y que han quedado grabadas en mi cabeza con la rotundidad de un daguerrotipo. Eso también es mi vida neta, qué si no. Mi vida neta son tres niñas que, bajo la luz aséptica de un quirófano, asoman la cabeza fuera de la gruta más misteriosa del mundo. Mi vida neta es también ella, y cada una de las muchas veces que la miro y sé que estamos en el mismo barco. Mi vida neta son estas palabras que alumbro a la una de la mañana, los dedos cabrilleando sobre las teclas: alegres, libres, soñadores, como esos duendecillos que danzan en los prados bajo la luna y sobre las puntas de sus pies.

Esa es mi vida neta.

Mi vida bruta son los días de tedio, las horas de aburrimiento, los minutos de desidia y los instantes de nada.

El día que palme todo quedará grabado. Mis horas netas y mis horas brutas. No quiero que nadie compare mi sustancia y mi carcasa y diga: Buah, esta vida es todo lata. Vivo para conseguir una proporción favorable.

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1974:

Algún día, dije yo con el libro en la mano, se inventarán algo para que, si no entiendes una palabra, pongas el dedo encima de ella y sepas lo que es. Quién sabe, dijo mi padre, sonriendo la ocurrencia, a lo mejor.

2008:

¿Estamos ante un caso de prognosis?

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Una vez me robaron. Hace 25 años. Un sábado por la tarde. Junto al Corte Inglés de Goya. Eran doa-proposito-de-yo-52s. Un hombre y una mujer de treintaitantos, cuarenta y pico. Ella llevaba una chaqueta de hombre colocada sobre los hombros y el pelo recogido. Él le pasaba el brazo por el hombro a ella. Iban muy juntos, como una pareja bien avenida que ha salido de compras. Su gesto de camaradería era, en realidad, una táctica de camuflaje.

El caso es que yo miré para atrás, les vi a unos diez metros y detecté algo raro. La calle estaba atestada, había mucha gente caminando junta y ellos dos iban muy pegados a una señora mayor. Entonces, el movimiento azaroso de los peatones me ofreció un ángulo lo suficientemente despejado para constatar que la chica estaba metiendo su mano en el bolso de la señora. Concentré la vista en la acción, para asegurarme, antes de dar la voz de alarma, que de verdad se trataba de un robo. Y en ese momento sentí que algo me reclamaba, una especie de magnetismo invisible: levanté la mirada y ahí estaba él. Esperándome. Su vista fija en mí. Sé que sabes -me deletreó la frase con los ojos-, pero no vas a decir nada. Era una mirada tranquila, segura, llena de aplomo. Hay tonos de hablar y tonos de mirar. Aquel tono era imperativo, de los que no admiten un no. Su compañera tenía la mano metida en un bolso ajeno, pero lo demás lo hacía él: él le cubría las espaldas, él le allanaba el terreno, él controlaba a los posibles aguafiestas como yo y le ponía a la víctima en bandeja. Ella sólo tenía que rematar. Imaginé que no me pasaría nada si gritaba; ellos saldrían corriendo, se perderían por las calles laterales. Sin embargo, lo que salió corriendo y se perdió por las calles laterales fue mi valor, porque grité, vaya si grité, pero lo hice en silencio, para mis adentros, donde nadie podía oírme. Aquella mujer hubiera agradecido mi advertencia: «¡Señora, le están robando el dinero!», como yo hubiera agradecido la advertencia de otro: «¡Chaval, te están robando la autoestima!», pero a mí tampoco nadie me avisó. La señora recuperaría sus carnets en unos días, y el dinero, bueno, duele al principio, luego se pasa. Recuperar lo que mi quitó aquel tipo me llevó más tiempo. Así que, aquella tarde, el verdadero atracado fui yo.

Recuerdo que durante unos meses deseaba que un golpe del azar nos volviera a poner a todos en el mismo sitio. Y lo deseaba porque sabía que estaría preparado, que, llegado el caso, le obligaría, a gritos, delante de todos, a devolverme lo que me había quitado aquella tarde junto al Corte Inglés. Ahora ya no importa. Es más, con el tiempo he llegado a conocer una parte de mí que se crece ante las circunstancias adversas, que levanta el brazo cuando la razón aconseja dejarlo quieto, que se revela ante el menor atisbo de cobardía. Una especie de minihéroe autónomo e ingobernable. Tal vez se lo deba al tipo que un día me sujetó con los ojos.

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A propósito de yo 4.

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a-proposito-de-yo-3Mamá, si estás leyendo este blog, no sigas. Voy a hacer una confidencia que quizá no te guste. De pequeño, cuando los domingos salía de casa para ir a misa (ya tenía edad suficiente para ir solo: ¿diez?, ¿once?; eran tiempos más confiados), en vez de torcer a la derecha y bajar las escaleras hacia el portal, atravesaba el descansillo y me escondía en el tramo de escaleras entre las plantas dos y tres. Allí sentado, entre los Gutiérrez y los Larrazábal, sin nada que hacer salvo mirar las agujas del reloj y escuchar los sonidos domésticos que se filtraban por las paredes, llegué a anticipar con una precisión endiablada la secuencia de sonidos que se desataba cada vez que un vecino llamaba al ascensor. Una hora después, entraba en casa con cara de haber escuchado un sermón. Yo pensaba que no iba a la iglesia simplemente porque me aburría el soliloquio del cura, pero debía haber algo más porque en la escalera me aburría aún más que en la iglesia y, sin embargo, cada domingo repetía.

Treinta años después, las cosas no han cambiado mucho: ni creo ni descreo, ni sí ni no, ni fu ni fa. Cada domindo, Belén se va con las niñas a misa y yo me quedo sentado en la escalera, entre dos plantas, instalado en la misma duda. Sólo que ahora, en vez de aburrirme, empleo ese tiempo en cosas provechosas. Vamos, que estoy muy a gusto y calentito en mi peldaño. Mi duda ya no es desasosegante, sino tranquila. De hecho, ahora, cada vez que dudo -y dudo mucho-, lo hago con convicción, reafirmándome en mi indecisión, sin avergonzarme. Imbiste de cierta paz descubrir que la duda tiene entidad propia, como cualquier otra opción, que es un espacio habitable, una toma de postura, en absoluto una dejación de funciones. La opinión es temeraria, arrojada, goza de buena prensa y, además, es exigida. Por eso, en público, hago como que tengo una. No es difícil: a poco que te hayas informado te defiendes como un manco entre tuertos. Pero, en privado, eligo la duda prudente, tan tibia y desacreditada como sensata e inevitable. Me asombra la certeza con la que opina todo el mundo de todo. Yo me siento conmigo mismo y dudo. Sin balbuceos ni titubeos. Dudo sin dudar, con una seguridad aplastante. Entre opinar sin fundamento y dudar con fundamento, eligo, de lejos, lo segundo.

-¿Tú qué piensas: Gutiérrez o Larrazábal?

-Pues…

-O sea, que no tienes opinión.

-Qué va, acabo de decírtela: opino que Escalera.

El tiempo, que tiene tendencia a espesar lo blando, a endurecer lo espeso, a fosilizar lo duro, me hace pensar que, si hoy dudo sin complejos, mañana dudaré tajantemente, y llegará el día en que me convierta en un verdadero fanático de la duda. De modo que si alguien, en mi lecho de muerte, me pregunta: «Abuelo, ¿qué opinas de la vida?», no tendré inconveniente en regalarle esta perla de sabiduría amasada durante décadas y décadas de experiencia: Y yo que sé.

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Una vez, una tía me llamó cobarde. Yo le dije: cierto, pero, ¿tú, por qué lo dices? Ella dijo: Cuando hablas, no miras a los ojos.

Bingo. Tocado en mitad del casco. Mi timidez, celosamente oculta, estaba al descubierto. Así que me dije: tienes que hacerlo, vas a levantar la vista y mirar a los ojos de la gente, como hace el resto. Pero una cosa es proponérselo y otra conseguirlo, y si no que se lo digan a los montañeros que están en el campamento base y tienen que escalar el Everest. Hasta ese día yo había estado comodamente instalado en mi campamento base: los labios eran un sitio agradable donde mirar mientras me hablaban. Alcé la vista hacia la cima de la montaña y me dije: hala bonito, toca subir. Y así fue como empecé el ascenso.

Lo primero que aprendí es que una subida de esas características no se puede hacer de golpe: llegas arriba y te están esperando, no uno, sino dos ojos. Para más inri, abiertos. No puedes soportar la presión y te desbarrancas. El ascenso tenía que ser por etapas.

En la primera etapa escalé hasta la base de la nariz y monté allí la tienda de campaña, junto a las cuevas. Contra lo que pueda parecer, la nariz es un sitio desabrido. No conviene estar mucho tiempo. Unas semanas, como mucho. Tu interlocutor se pone nervioso, se frota con los dedos, deja de hablar y se alarma. ¿Tengo un moco?, pregunta. No, es que he montado la tienda en tu nariz pero, tranquilo, que ahora mismo la desmonto y me voy a otra parte.

Una vez que te aclimatas, la segunda etapa es aún más exigente: te obliga a salvar el repecho conocido como “Punta de la Porra” y ascender penosamente por el hueso nasal. Cuando ya sientes la presencia abrumadora de la cima, te paras. Estás justo en la mitad de la napia. Mal sitio para clavar las piquetas, qué se le va a hacer.

Pasé días inciertos en esa curva pronunciada, sin fuerzas para seguir subiendo, luchando por no caerme. Ríete lo que quieras, pero yo estoy en condiciones de asegurar que la mirada resbala por el hueso nasal como el culo de un niño por un tobogán. Ese fue el momento clave en la conquista de mi primer ochomil. Elaboré argumentos para justificar la renuncia y apelé a la dignidad del tímido y descubrí en mi interior el orgullo del pusilánime y supe que arrojar la toalla sería incluso una derrota hermosa, pero no abandoné.

Un buen día desperté y había salido el sol. A por ellos, ooeeee. Fue un ascenso duro, intenso, rápido. Al llegar a los ojos hacia frío, soplaba el viento y escaseaba el oxígeno. Tenía tirones en los brazos y calambres en las piernas, sufrí un estremecimiento y mi interlocutor parpadeó incómodo, como si le hubiera clavado el palo de la bandera en las retinas. Pero, en fin, ya estaba allí.

Ahora que he subido más ochomiles que Oiarzabal, puedo disfrutar de una vista privilegiada. Desde donde estoy los veo a todos: a los que están arriba y a los que están abajo. De vez en cuando me encuentro con alguien que trata de escalar por mi nariz y me enternezco. Por supuesto, nada deseo más que transmitirle ánimo con los ojos, pero, qué se le va a hacer, al pobre diablo todavía le queda un poco para llegar a ellos.

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El viernes pasado, cuando iba al trabajo en metro, asistí a una escena memorable. La cosa fue así: yo iba sentado, leyendo; a mi lado, una mujer de unos 50 años, que también leía; junto a ella, una niña negra con rastas en el pelo y aire dominicano.

La niña no paraba: se levantaba, se sentaba, escalaba por la barra, cantaba, daba botes. Ese tipo de crío sumamente inquieto que te obliga a vigilarle por el rabillo del ojo por si acaso. En un momento dado, se fija en lo que está leyendo mi vecina. Mi ojo libre dictamina que es un catálogo o un documento de empresa. La niña hunde literalmente la cabeza en él. Luego se aparta, da dos o tres brincos más, vuelve a sentarse y mira otra vez el documento. La mujer, esta vez sí, se gira hacia ella y le dice en tono cariñoso: ¿Te gustan los dibujos? La niña no responde. Se limita a alargar el brazo, le arrebata el documento y se pone a hojearlo. Ahí va, pienso, pero como la mujer no hace ni dice nada, sino que se queda mirándola con naturalidad, deduzco que se conocen, que viajan juntas. Me saca de mi error un tercer personaje que entra en ese momento en escena. Es la persona que se sienta en el cuarto asiento, al otro lado de la niña: una mujer negra, exhuberante, de labios gruesos y tetas descomunales, malamente ocultas por un top amarillo limón. La madre, no hay duda. Y la madre dice: Cristiinaa… Lo dice en plan suave, de buen rollo, sin atisbo de exasperación en la voz. Cristina no se da por enterada, sigue hojeando el documento. Mi vecina le dice entonces: Cristina, ¿me lo das? Hay ternura y buenas dosis de psicología en su forma de hablarle. Por fin, Cristina reacciona. Se levanta con el documento en la mano y se va a la pared de enfrente. Sujeta el documento por una hoja, mientras el resto de las hojas cuelgan en abanico, y lo balancea. Es obvio que puede haber daños colaterales. Despego mi segundo ojo del libro que ya no estoy leyendo y los poso en la madre. No lo entiendo: ¿por qué no dice nada? Durante unos segundos nadie hace nada, la cría se mueve a su antojo. Después, mi vecina se inclina hacia adelante, estira el brazo hacia la niña y le sonríe. La niña traza un círculo y se va acercando lentamente a ella. La mujer mantiene el brazo estirado. Oigo a la madre: Criiis… No suena a coacción, sino a invitación, la está empujando suavemente con la voz. La niña acerca el documento, aunque no lo suficiente. Mi vecina no se levanta. Mantiene el brazo en la misma posición; su sonrisa tampoco ha variado. Cristina se acerca un poco más y le devuelve el libro. La mujer le recompensa con un gracias y vuelve a enfrascarse en la lectura.

El resto del trayecto no pasa nada. Pero ya no leo. Pienso en lo que acaba de suceder. Y me digo: chapó. Chapó por los cuatro que estamos ahí. Chapó por la mujer que le ha dado a la niña la oportunidad de conseguir su propia redención, chapó por la madre que no ha caído en la tentación de imponérsela, chapó por la niña que ha aprovechado la ocasión que se le ofrecía, y chapó por mí por no haber cogido el coche para ir al trabajo.

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